Cumplir los plazos

 

MARTA, Ampliación de plazo de vida

 

La vida es como un préstamo bancario: si pagas a tiempo tus cuotas pueden refinanciarte la deuda, y hasta ampliarte el préstamo.

 

Marta era una joven mujer andaluza venida al mundo en un pequeño pueblo del interior. Nació asfixiada por el cordón umbilical que se había enredado en su cuello. El doctor tuvo que hacer un gran esfuerzo para resucitar a la niña que ya lucía un intenso color morado. Ella no reaccionaba, pero después de haberle limpiado las fosas nasales y la garganta, contra todo pronóstico, cuando ya se perdían las esperanzas de poder reanimarla, un último intento hizo que su pequeño corazoncito empezara a latir. Entonces la niña dio un profundo suspiro, tomó aire y llenó sus tiernos pulmones.

 

Desde que salió de la matriz de la madre daba la impresión de que sólo había venido a cumplir con esos meses de gestación y que tendría una presencia fugaz en esta tierra. Pero allí en el quirófano había conseguido o recibido lo que a todas luces era «una ampliación de plazo». Aquella niña no tuvo una infancia fácil. Era la penúltima de una familia de ocho hijos. Desde pequeña tuvo que trabajar en casa apoyando el esfuerzo general en medio de una magra economía. Sus juguetes eran una cuchara de madera con la que tenía que mover el puchero y un palo para remover la ropa que se lavada. Su padre era un labriego hosco y poco cultivado, que no sólo tenía mal carácter, sino que además era alcohólico y pegaba continuamente a su madre. A la edad de seis años las deficientes y descuidadas instalaciones eléctricas de la casa donde vivía la volvieron a poner al borde de la muerte. Ocurrió que al conectar ella una plancha eléctrica con la que tenía que planchar una pila interminable de prendas, sufrió una descarga que detuvo su joven corazón, cayéndose violentamente sobre el suelo y golpeándose la cabeza. La niña estaba sola en el lugar y nadie se percató de su estado. Al cabo de un rato uno de sus hermanos mayores pasó por allí y, al verla pálida y con sangre en la nariz, la cargó y se la llevó a la posta médica más cercana donde intentaron resucitarla. Inexplicablemente el corazón volvió a latir y la niña se recuperó. Marta, una vez restablecida, le contó a su hermano que había visto un túnel y una bellísima luz al final del mismo, de donde salió un ser que parecía un ángel diciéndole: –¡Aún no!¡Aún no!... Vuelve. De regreso a su casa el hermano le contó a su madre lo que había pasado con la pequeña. La madre se acongojó y le pidió que no le dijera nada al padre porque se ponía violento por cualquier motivo. Marta fue creciendo y se puso a estudiar, logrando terminar sus estudios básicos, a los que siguieron estudios comerciales que le permitieron labrarse una profesión y alejarse de parte de su familia, aunque no de todos. A los 28 años iba acompañando a una amiga del trabajo en el coche de ésta. Era un auto rojo de segunda mano que recorría velozmente la carretera hacia Fuengirola, cuando en una curva le fallaron los frenos y terminó por estrellarse tan violentamente contra la barrera del camino, que Marta salió volando por el cristal del parabrisas cayendo pesadamente sobre el pavimento pero sin hacerse más que leves heridas superficiales. Los policías de carretera y los paramédicos no podían entender cómo no se había matado en el accidente. A los 30 años estaba trabajando en una fábrica como técnica operaria de una pesada máquina de empanadas cuando sufrió un terrible accidente. Ella quiso girar la máquina sin esperar a que viniera alguien para ayudarla, confiando en que podría ya que el aparato tenía ruedas, pero como el suelo estaba mojado, una de ellas cedió doblándose y los cientos de kilos de aquella máquina se abalanzaron sobre Marta aplastándola contra el suelo. Cuando pudieron liberarla de la máquina y la internaron en el hospital, inexplicablemente sólo tenía cortes y fuertes hematomas y magulladuras, además de la nariz partida. Estuvo seis meses de baja por invalidez por haber perdido la fuerza en los brazos que resistieron todo el peso de aquel armatoste. A los 35 años iba por la carretera con un grupo de amigas en coche cuando un camión que iba en dirección contraria transportando tubos, se saltó el control atravesando la calzada de un lado a otro mientras los pesados tubos se salían de sus amarres entrando por las ventanas y el parabrisas del auto de las mujeres, destrozándolo. Felizmente Marta y sus amigas se agacharon instintivamente, colocándose a nivel de los pies, mientras la pesada carga aplastaba la estructura del vehículo. La oportuna llegada de los bomberos evitó una tragedia.

 

A los 45 años a Marta le detectaron cáncer de mama y, cuando se encontraba hospitalizada para la cirugía, a pesar de que se habían tomado todas las precauciones del caso por parte del cardiólogo y el anestesista, su corazón se detuvo en la mesa de operaciones. De pronto ella sintió cómo se desprendía de su cuerpo y pasaban delante suyo todas las escenas de su vida, después de lo cual era arrastrada por una potente luz blanca; al final de la misma aparecía la imagen del mismo ser que muchos años antes la había recibido en esa otra realidad. Entonces escuchó en su mente: –¡Aún no!¡Aún no! Vuelve… A lo que ella respondió: –¿Por qué no? Ha sido muy duro siempre. Aquí me siento bien… –¡Aún no! Tú misma pediste los plazos antes de nacer. Todo lo que viviste en tu vida eran tareas pendientes que traías. Por eso… »¡Vuelve!

 

Cuando el médico ya daba por perdida a Marta, decidió hacer un último intento y le pidió a la enfermera que si sabía rezar lo hiciera porque no quería perder a su paciente. La enfermera tomó una medalla de la Virgen que tenía en su cuello y oró. El médico colocó nuevamente las planchas en el pecho para inducir los latidos, y el corazón, tras una violenta descarga, reaccionó generando sorpresa y algarabía entre el equipo de la mesa de operaciones. Ya en recuperación, el médico fue a ver a su paciente. La encontró con buen semblante. –Marta, nos has dado un gran susto en la mesa de operaciones. Te has ido durante mucho rato y no había forma de hacerte volver. Llegamos a creer que te habíamos perdido. –Sí doctor, pero felizmente usted le pidió a su enfermera que rezara por mi y ella tomó su medalla de la Virgen y me trajeron de vuelta. Además, allá afuera me dijeron que no era mi momento aún.

 

–¿Cómo sabes que yo le pedí a la enfermera que rezara por ti?¿Cómo sabes lo de su medalla? –Lo vi doctor. Estaba lejos pero a la vez cerca. Podía escuchar y sentir todo lo que hacían por mí. Gracias por ello. Marta pudo revertir el cáncer y ha seguido con una vida normal sólo que ahora es consciente de que los muchos plazos ampliados son una gran oportunidad que ella no puede ni debe desaprovechar para aprender y hacer lo más que pueda por sí misma y por los demás. Por lo pronto se ha acercado a su familia y está tratando de estrechar lazos de amor para no dejar asuntos pendientes.

 

Relatos de la otra realidad - Sixto Paz Wells